El sector energético vive un momento en el que conviven un elevado número de proyectos fotovoltaicos en desarrollo. Estos proyectos buscan, principalmente, cubrir la necesidad de suministro eléctrico al mercado de consumo, o lo que es lo mismo: el famoso reto de resolver la matriz energética de cada uno de los lugares donde pueda necesitarse el suministro.
A lo largo del desarrollo de estos proyectos, cuya duración es normalmente de unos cuatro años, podremos analizar cada una de las fases y optimizar las mismas.
Derivado de estos requisitos, el proyecto sufrirá diversas modificaciones, ajustando la oferta energética en cada fase, según las características que existan en la ubicación en donde se encuentre el proyecto.
Dicha propuesta de diseño deberá prever las características del terreno identificadas, así como posibles reducciones en la potencia a instalar. Para ello se toman como referentes equipos que estarán a la venta en años venideros, así como una ocupación de aproximadamente 35% de la superficie total pensada para esta etapa. Estas medidas permitirán realizar ajustes de cara a las restricciones que serán determinadas en etapas futuras.
Lo explicado en el párrafo anterior generalmente se realiza a partir de estudios de (a) impacto ambiental, (b) afecciones al patrimonio, (c) hidrología e hidráulica, y/o (d) evaluaciones geotécnicas, por mencionar algunos. La intención de todo esto es afinar los detalles para las limitaciones de implantación y perfilar la propuesta en el avance del proceso administrativo, teniendo en cuenta que deberán excluirse todas aquellas superficies cuya ocupación suponga un sobrecoste excesivo, o se encuentren restringidas o prohibidas por el marco legal y/o administrativo.
Para aquellas resoluciones de Declaración de Impacto Ambiental (DIA) positivo, es común obtener condicionantes, que deberán recogerse como parte de la siguiente etapa de diseño. Para este momento, nuestro lector se habrá dado cuenta que un proyecto no es un planteamiento estático, sino algo dinámico, con vida propia, al cual se van sumando y restando requisitos en función de las características que van encontrándose durante su desarrollo. Si bien, el alcance de revisión es muy similar, los hallazgos varían significativamente de un proyecto a otro.
Al ser el EPCista el encargado de la ingeniería de detalle, la procura de componentes, y la construcción del proyecto, éste suele realizar ajustes para materializar la obra con base en su experiencia como ejecutor. Entre los cambios más comunes, se encuentra el reemplazo de modelos y fabricantes de equipos, ajustes en las especificaciones de componentes, y variaciones a los planos que no comprometan la integridad de los permisos obtenidos al momento.
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